Jardín en la Cerdanya

 

 

"En la antigua tradición taoísta hay una máxima que dice “el que respira con prisa no dura, el que extiende los pasos no camina”. Esta frase simple pero profunda pronunciada por Lao Tse durante muchos siglos resuena intensamente en el presente, cuando estamos en todo momento querer acelerar el tiempo, o peor aún, rescatar lo que damos por perdido. El jardín, entorno de muchas elucubraciones taoístas, además de su belleza natural e ingenio de sentidos, nos enseña sobre el tiempo de las cosas, del mundo y de nosotros mismos. A partir del ciclo de vida de una sola planta, es posible percibir la transmutación de la vida, la reconfiguración de la belleza, en todos sus estados de ánimo, a medida que avanza a través de las estaciones. Esa belleza puede traducirse directamente en nuestras propias vidas y en nuestros hogares si recordamos conectarnos con él.

Cuando pensé en este proyecto, atascado en los escarpados Pirineos, traté de traducir este concepto combinando diferentes especies plantas botánicas que, cada una en su tiempo, revela su belleza y nos susurra el lenguaje tiempo secreto. Liquidámbares con su cálida paleta de hojas se combinan con Liriodendros, ricos en coloridas texturas grises y dueños de troncos acanalados, como nuestra piel a lo largo de los años. Coronando la trinidad, el Gingko, fósil viviente, el mismo señor de los tiempos, glorifica la vida, simbología que la acompaña y nos hace recordar acerca de la permanencia en la impermanencia. Perfumando este tránsito temporal, la glicinia satura el aire con sus perfumes y tiñen el césped de tonos violetas, lilas y azules, en una efímera, pero intensa sinfonía olfativa. Los arbustos evocan los bosques de montaña, combinándose en especies como pinus, viburno y romero, que, junto con lavandas, refuerzan recuerdos olfativos de tiempos lejanos que, en una exhalación violeta, vuelven con toda claridad.

Recordar el tiempo también es una actividad compartida en las calurosas tardes de verano en la pérgola, que la noche ilumina indirectamente por las llamas del fuego a tierra. El fuego ardiente de la noche, invitación a hornear marshmallows y mirar las estrellas, ejerce una fascinación primigenia y sobre todo, nos confía sobre la eternidad y los recuerdos que se transmutan en el tiempo y el espacio."